
El sociólogo norteamericano Randall Collins es uno de los pensadores más interesantes para la sociología y el estudio de la sociedad actual. En su obra Cadenas rituales de interacción (Siglo XXI, 2009) expone que los individuos se juntan a partir de interacciones ritualistas y de intereses porque dota de energía emocional. En otra de sus obras, Sociología de las filosofías (Siglo XXI, 2005), establece la manera en que las relaciones intelectuales se desarrollan como cadenas de largo alcance histórico. Es importante aprovechar estos elementos para comprender la vida pública.
A grandes rasgos, las cadenas intelectuales se desarrollan a partir del conflicto, más aún, en la medida en que los paradigmas se ven puestos en entredicho, estos personajes de la vida pública intentan mantener el control de la verdad sobre el mundo; justamente, el foco que persiguen es la verdad sobre el discurso global. Así, los intelectuales se posicionan de acuerdo a sus intereses ideológicos (abstractos) y materiales (ingresos). El objetivo que persiguen con sus debates es mantener un orden simbólico sobre la sociedad. Obviamente, a la par, buscan continuar con sus privilegios. De tal manera, en México los conflictos intelectuales se localizan en discursos sobre el Estado y sus mecanismos democráticos con la finalidad de obtener y legitimar el poder político. Los debates para los intelectuales son rituales por excelencia, allí luchan por una verdad sobre estos temas y para controlar el uso de estos mecanismos que organizan a la sociedad.
Sobre lo anterior, el pasado 1 de julio (de 2020), se lanzó una carta firmada por algunos intelectuales mexicanos, entre ellos se destaca a Héctor Aguilar Camín, Jorge G. Castañeda y Enrique Krauze, la misiva tuvo la firme convicción de defender el pluralismo político y la democracia ante la deriva autoritaria.
El foco de su debate está en la democracia, pero ¿de qué democracia hablan? Al inicio de la carta exponen la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador, pero es minimizada con el argumento de que la mayoría de los ciudadanos no votó por el actual Presidente de México. Además, critican que la mayoría de los escaños en el Congreso de la Unión estén en control de Morena y su fuerza para sumar más posiciones mediante alianzas políticas. Dichas acciones son legales y legítimas en la política mexicana, pero son vistas por ellos como un atentado al pluralismo político. Así pues, el problema es que estos intelectuales ven perdido su objeto focal: la democracia liberal que tanto les gusta, con triunfos electorales para la mayoría de sus amigos y compadres; lo cual, ahora, está en otras manos e intentan recuperar.
Su discurso “objetivo” dentro de las Ciencias Sociales lo consideran el salvavidas de un modelo de Estado con contrapesos que permita una supuesta distribución del poder, en este caso, como organismo autónomo, correspondería al Instituto Nacional Electoral (INE), que en teoría es un juez imparcial que defiende y da certeza a los resultados electorales; por supuesto, este sistema no conviene cuando pierdes, y ellos experimentaron la derrota en las pasadas elecciones presidenciales. Cabe resaltar que no defienden el papel de INE en 2018, y deberían explicar por qué.
Ahora transitamos, a paso de tortuga, a una democracia participativa en la cual el ciudadano decide, es decir: una teoría democrática que no requiere intelectuales que diseñen una opinión en favor del poder.
Lo anterior genera una energía emocional entre los ciudadanos sobre la democracia. Esto ha despertado los más profundos y oscuros sentimientos de la legitimidad privilegiada del liberalismo político. Por ejemplo, Aguilar Camín y Carlos Castañeda han defendido las caravanas anti-Amlo, en las cuales se leen carteles con leyendas, con alta carga emocional, como: “Quiero un lugar donde mis sirvientes no sean mi AUTORIDAD”. De tal manera, la polaridad entre los ciudadanos, sobre quién se debe gobernar, se manifiesta con una mezquindad horrible.
De esta forma han actuado varios de estos llamados intelectuales, acostumbrados a las dádivas del PRI, por ejemplo, Aguilar Camín llamó "pendejo y petulante" al Presidente, lo que refleja una falta de sensatez para el debate. Por su parte, el historiador Enrique Krauze se rehúsa el debate en Twitter; además, en dicha red social, alabó al gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, por unos millones de pesos provenientes del erario de dicho Estado. En tanto, el ex canciller Jorge Castañeda llamó respuesta de "miss universo" a las palabras de López Obrador en torno a la relación México-EEUU; además, demostró su odio en una transmisión en vivo del programa “Es la Hora de Opinar”, al calificar a los pueblos de Putla, Oaxaca, como “arrabaleros y horrorosos”.
El foco de la preocupación de ellos está lejos de ser el pluralismo político. En cambio, su deseo es regresar al estilo de vida privilegiada que la pseudocrítica de los regímenes pasados les permitía. Por ello, esta corte de nobles medievales ha caído en el espacio de los pseudointelectuales, donde se deforman la teoría política del Estado y la democracia para cuidar su pedestal social.
Por consiguiente, se preocupan porque el pluralismo político y la democracia constitucional deje de beneficiarles. Así pues, convocan a la ciudadanía y a los Partidos de Oposición a conformar una alianza a través del voto popular, el mismo voto que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la silla presidencial, para democratizar la democracia que ahora no les beneficia. El objetivo es “recuperar” la Cámara de Diputados y construir un contrapeso constitucional para frenar al poder Ejecutivo desde el Legislativo. Lo único que dejan en claro es que carecen de empatía con el significado de la voluntad popular ejercido como participación política bajo su teoría liberal: el voto.
El punto es que el conflicto por la pluralidad democrática que los 30 firmantes defienden, ahora la desconocen y menosprecian, y es paradójico porque fue la misma pluralidad que llevó a López Obrador a investirse como Presidente. El voto popular para Morena le otorga la mayoría en el Legislativo y las alianzas políticas le permiten colocar su agenda de justicia social a pesar de los reclamos del bloque que se considera opositor. Entonces, al final, los pseudo-intelectuales defienden su foco: proteger los privilegios y no la democracia. Su lucha es por el privilegio de la jerarquía, sueñan con ser el consejero del príncipe absoluto y legitimar su poder.
No ganaron no les gusta… en la democracia se debe saber perder.
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Por Ulises Adrián Reyes Hernández, sociólogo, Maestro en Ciencias Sociales y Humanidades por la UAM, y profesor de Sociología en la FES Aragón. Twitter: @UlisesRH86.
El punto es que el conflicto por la pluralidad democrática que los 30 firmantes defienden, ahora la desconocen y menosprecian, y es paradójico porque fue la misma pluralidad que llevó a López Obrador a investirse como Presidente. El voto popular para Morena le otorga la mayoría en el Legislativo y las alianzas políticas le permiten colocar su agenda de justicia social a pesar de los reclamos del bloque que se considera opositor. Entonces, al final, los pseudo-intelectuales defienden su foco: proteger los privilegios y no la democracia. Su lucha es por el privilegio de la jerarquía, sueñan con ser el consejero del príncipe absoluto y legitimar su poder.
No ganaron no les gusta… en la democracia se debe saber perder.
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Por Ulises Adrián Reyes Hernández, sociólogo, Maestro en Ciencias Sociales y Humanidades por la UAM, y profesor de Sociología en la FES Aragón. Twitter: @UlisesRH86.