Michel Foucault, en Las palabras y las cosas (1966), hace notar cómo la episteme de un tiempo da nombres a los diversos objetos y entidades que lo integran, hace clasificaciones arbitrarias en función de la percepción aceptada por las personas de su época; así, una de las primeras notas de esta obra refiere a un fragmento de Jorge Luis Borges:
Casi todo aquello ha sido designado por el hombre en cierta posición ventajosa, este ha tenido la oportunidad de nombrar aquello según su arbitrio; por ejemplo, cada vez que se descubre una estrella o un cometa el científico bienhechor logra como reconocimiento bautizarle según le parezca. Del mismo modo, ocurre en la tabla periódica de elementos, cuyos nombres fueron otorgados por su descubridor en función de sus atributos físicos o químicos o para honrar otras figuras relevantes en el ejercicio de las ciencias, como puede ser el Einstenio o el Fermio.
Este afán por designar, innata del humano, sirve para clasificar el mundo en todos los niveles de la vida individual y social, un ejemplo de ello, son nuestras calles y avenidas. Un caso peculiar son las nomenclaturas de las calles de la Colonia Roma de la Ciudad de México. En su trazado se hace notar de inmediato el nombre de diversas ciudades y entidades federativas de la República Mexicana; Colima, Nuevo León, Topolobampo, Monterrey y demás, se suceden sin haber un orden aparente. El visitante novel de la zona busca darles un orden, después de todo, si se quiere llegar a San Luis Potosí, se pensaría más cercano Aguascalientes o Querétaro, en vez de Chiapas; pero no es así.
Otra característica típica de la denominación realizada por los seres sociales es la clara distinción de lo propio frente a lo ajeno. Colindante a la colonia Roma, dividida por Paseo de la Reforma, se ubica la colonia Juárez, esta se distingue por usar los nombres de grandes ciudades europeas para designar sus calles y avenidas. De este modo, en Paseo de la Reforma se contraponen Lieja con Sonora o Toledo con Cozumel.
Cada fraccionador tiene la facultad de nombrar las calles del modo que le plazca, las puede denominar lógicamente de acuerdo a su dirección y número consecutivo, por ejemplo, los abundantes Norte 7 u Oriente 34; también pueden hacer referencia a algún grupo social distinguido como lo hacen en la colonia Doctores o la Juventino Rosas, cuyas calles recuerdan a músicos famosos. En otros casos, como la colonia Santa María, se alternan nombres de artistas con plantas y árboles.
Ahora bien, ¿para qué divagar sobre los nombres de las calles? El problema a analizar deviene de la lógica tras su imposición. Gran parte de nuestras acciones habituales y las más trascendentales son construidas arbitrariamente y reproducidas colectivamente; sin que haya posibilidad de resistencia. Pero llama más la atención, la falta de intervención directa de las figuras de poder, basta la vigilancia mutua entre pares. El miedo al qué dirán o el intentar no ser diferente para no ser señalado son de las fuerzas coercitivas más potentes que existen.
La definición de lo bueno, lo bello y lo justo son heredados de la tradición filosófica comenzada por los antiguos griegos, el respeto a los mayores y a la supremacía del hombre sobre la naturaleza se origina en los textos germinales de la tradición judeocristiana. El individualismo se origina en el liberalismo, entendido como la emancipación del potencial humano individual para lograr la felicidad propia y promover el bienestar general.
Pero esos valores tienen dos caras, uno positivo y otro que llama a permanecer dentro del mismo sistema; por ejemplo, el desarrollo sustentable entendido según la ONU, trata de limitar el consumo en los países desarrollados y de alentar la generación de riquezas en los países en vías de desarrollo. Visto de una forma, llama a la igualdad y la solidaridad a nivel global; pero, desde otro ángulo, es la perpetuación del sistema de producción capitalista que está agotando inexorablemente los recursos naturales y debilitando la humanidad de las personas.
Los animales de dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrado, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camellos, l) etcétera, m) que acaban de romper un jarrón, n) que de lejos parecen moscas.
Colonia Roma de la Ciudad de México. |
Este afán por designar, innata del humano, sirve para clasificar el mundo en todos los niveles de la vida individual y social, un ejemplo de ello, son nuestras calles y avenidas. Un caso peculiar son las nomenclaturas de las calles de la Colonia Roma de la Ciudad de México. En su trazado se hace notar de inmediato el nombre de diversas ciudades y entidades federativas de la República Mexicana; Colima, Nuevo León, Topolobampo, Monterrey y demás, se suceden sin haber un orden aparente. El visitante novel de la zona busca darles un orden, después de todo, si se quiere llegar a San Luis Potosí, se pensaría más cercano Aguascalientes o Querétaro, en vez de Chiapas; pero no es así.
Otra característica típica de la denominación realizada por los seres sociales es la clara distinción de lo propio frente a lo ajeno. Colindante a la colonia Roma, dividida por Paseo de la Reforma, se ubica la colonia Juárez, esta se distingue por usar los nombres de grandes ciudades europeas para designar sus calles y avenidas. De este modo, en Paseo de la Reforma se contraponen Lieja con Sonora o Toledo con Cozumel.
Cada fraccionador tiene la facultad de nombrar las calles del modo que le plazca, las puede denominar lógicamente de acuerdo a su dirección y número consecutivo, por ejemplo, los abundantes Norte 7 u Oriente 34; también pueden hacer referencia a algún grupo social distinguido como lo hacen en la colonia Doctores o la Juventino Rosas, cuyas calles recuerdan a músicos famosos. En otros casos, como la colonia Santa María, se alternan nombres de artistas con plantas y árboles.
Ahora bien, ¿para qué divagar sobre los nombres de las calles? El problema a analizar deviene de la lógica tras su imposición. Gran parte de nuestras acciones habituales y las más trascendentales son construidas arbitrariamente y reproducidas colectivamente; sin que haya posibilidad de resistencia. Pero llama más la atención, la falta de intervención directa de las figuras de poder, basta la vigilancia mutua entre pares. El miedo al qué dirán o el intentar no ser diferente para no ser señalado son de las fuerzas coercitivas más potentes que existen.
La definición de lo bueno, lo bello y lo justo son heredados de la tradición filosófica comenzada por los antiguos griegos, el respeto a los mayores y a la supremacía del hombre sobre la naturaleza se origina en los textos germinales de la tradición judeocristiana. El individualismo se origina en el liberalismo, entendido como la emancipación del potencial humano individual para lograr la felicidad propia y promover el bienestar general.
Pero esos valores tienen dos caras, uno positivo y otro que llama a permanecer dentro del mismo sistema; por ejemplo, el desarrollo sustentable entendido según la ONU, trata de limitar el consumo en los países desarrollados y de alentar la generación de riquezas en los países en vías de desarrollo. Visto de una forma, llama a la igualdad y la solidaridad a nivel global; pero, desde otro ángulo, es la perpetuación del sistema de producción capitalista que está agotando inexorablemente los recursos naturales y debilitando la humanidad de las personas.
No se trata de la clasificación arbitraria de las calles o los colores, todo es parte de un mismo sistema de asimetrías. Se trata de analizar problemáticas más complejas, como puede ser la construcción de indicadores sociales de pobreza: quiénes y bajo qué parámetros definen los márgenes para incluir a alguien en esta clasificación y no en otra. Del mismo modo, hace notar la necesidad de consensos sociales; uno mismo puede renombrar la calle donde vive al modificar su placa; pero al hacerlo, esta medida individual anularía a la calle porque no coincidiría con el registro en la base de datos. Al contrario, si se construye un consenso mayoritario, incluso el sistema deberá modificar el nombre de la calle. Es muy importante reflexionar sobre el nombre de las cosas y la posibilidad de modificarlos, pues, al nombrarlas de determinada forma, empiezan a existir como tales.
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Por: Fernando Gómez Castellanos, periodista, y doctor en Comunicación por la UNAM. | Twitter: @Herr_Fer.
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Por: Fernando Gómez Castellanos, periodista, y doctor en Comunicación por la UNAM. | Twitter: @Herr_Fer.