París era una fiesta es el relato de la transición de periodista a escritor de Ernest Hemingway. Es también el periodo en que busca su propio estilo, ese que ha inspiración a muchos escritores, y que lo ayudaría a consagrarse como uno de los mejores autores de la literatura universal.
París era una fiesta, Ernest Hemingway. |
“Este libro retrata los problemas humanos del escritor y de las complejidades que enfrentó para aprender a escribir literatura”. Puede considerarse una obra de ficción, pero existe la posibilidad de que arroje luces sobre las cosas que fueron reales. Hemingway comenzó a escribir este libro en el otoño de 1957, y lo terminó en la primavera de 1960, ambas fechas en Cuba. Su publicación fue póstuma.
Entre las historias que relata Hemingway destaca ese encuentro cotidiano con el hambre, misma a la que se enfrentan los artistas que inician su camino y no tienen los recursos económicos para costear el tan anhelado sueño de convertirse en una leyenda en su arte. Sin embargo, en palabras de Hemingway: “el hambre es una buena disciplina”. Y “teniendo hambre pude entender mucho mejor a Cézanne y su modo de componer sus paisajes”.
“No he ganado ni un quinto desde que dejé el periodismo”, le confesó a Sylvia Beach, propietaria de la legendaria librería Shakespeare and Company. Solo consigo algo de dinero, dijo, al vender algunos cuentos a revistas, en su mayoría, alemanas, situación que me sorprende.
Sin embargo, cuando Hemingway hablaba sobre su situación económica terminaba furioso por haberse quejado de algo que él, por voluntad propia, eligió. El hambre no es romántica, sin duda, sino angustiosa. Querer vivir de lo que uno ama es complejo, y para sobrellevar los infortunios de dicho proceso hay que tener una voluntad férrea.
En la obra se describen encuentros que sostuvo Hemingway con personajes de la literatura universal, entre ellos, las charlas con la escritora y editora Gertrude Stein. La primera vez que se encontraron, ella le dijo que sus cuentos y estilo no eran buenos, que tenía mucho que mejorar. Hemingway primero trató de defender su obra con el argumento de que el autor debe usar el lenguaje que los personajes usarían en la realidad. Sin embargo, hizo algo que a su entender fue benéfico para aprender a escribir literatura. “No se lo discutí, ni intenté volver a explicar la intención de mis diálogos. Era asunto mío y me interesaba más escuchar que hablar”.
En otra charla que sostuvieron, ella mencionó “que todos los jóvenes que sirvieron a la guerra son una generación perdida… no tienen respeto por nadie. Se emborrachan hasta matarse”. Dicha escena es el nacimiento de llamada: Generación Perdida, a la que pertenecieron autores como el mismo Hemingway, Scott Fitzgerald, T. S. Eliot, Ezra Pound, Jean Rhys y Sylvia Beach. Entre los principales temas que abordaron fueron referentes a la Primera Guerra Mundial y críticas a las frivolidades del estilo de vida de los ricos. “Todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán”, sentenció Stein.
También fueron tiempos en los que Hemingway experimentó con sus estructuras literarias, por ejemplo, señala que en su cuento Out The Season, omitió el final. Su teoría dice que el autor puede omitir cualquier parte del relato a condición de que sepa con certeza que omite, y de que esta parte comunique más que el relato, esto debe darle al lector la sensación de que hay más de lo que se le cuenta.
Sylvia tenía cara de modelo, ojos azules como los de una niña, cabello castaño y ondulado peinado hacia atrás. Agrega que era de esas personas a las que les interesan las conversaciones, le gustaba bromear y contar chistes. “Nadie me ha ofrecido más bondad que ella”.
Su encuentro fue breve. Él no llevaba demasiado dinero para pagar una membresía, pero Sylvia se la ofreció y le dijo que se llevara los libros que deseara. Los que Hemingway eligió fueron: Guerra y paz, de León Tolstoi, pero de la traducción de Constance Garnett; El jugador, de Fiodor Dostoievski; Hijos y amantes, de D.H Lawrence; y, Apuntes de un cazador, del filósofo Turgenev.
•Ernest Hemingway, París era una fiesta, Seix Barral, 1975, Barcelona.
---- De la redacción, Apóstrofe.
“No he ganado ni un quinto desde que dejé el periodismo”, le confesó a Sylvia Beach, propietaria de la legendaria librería Shakespeare and Company. Solo consigo algo de dinero, dijo, al vender algunos cuentos a revistas, en su mayoría, alemanas, situación que me sorprende.
Sin embargo, cuando Hemingway hablaba sobre su situación económica terminaba furioso por haberse quejado de algo que él, por voluntad propia, eligió. El hambre no es romántica, sin duda, sino angustiosa. Querer vivir de lo que uno ama es complejo, y para sobrellevar los infortunios de dicho proceso hay que tener una voluntad férrea.
En la obra se describen encuentros que sostuvo Hemingway con personajes de la literatura universal, entre ellos, las charlas con la escritora y editora Gertrude Stein. La primera vez que se encontraron, ella le dijo que sus cuentos y estilo no eran buenos, que tenía mucho que mejorar. Hemingway primero trató de defender su obra con el argumento de que el autor debe usar el lenguaje que los personajes usarían en la realidad. Sin embargo, hizo algo que a su entender fue benéfico para aprender a escribir literatura. “No se lo discutí, ni intenté volver a explicar la intención de mis diálogos. Era asunto mío y me interesaba más escuchar que hablar”.
En otra charla que sostuvieron, ella mencionó “que todos los jóvenes que sirvieron a la guerra son una generación perdida… no tienen respeto por nadie. Se emborrachan hasta matarse”. Dicha escena es el nacimiento de llamada: Generación Perdida, a la que pertenecieron autores como el mismo Hemingway, Scott Fitzgerald, T. S. Eliot, Ezra Pound, Jean Rhys y Sylvia Beach. Entre los principales temas que abordaron fueron referentes a la Primera Guerra Mundial y críticas a las frivolidades del estilo de vida de los ricos. “Todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán”, sentenció Stein.
También fueron tiempos en los que Hemingway experimentó con sus estructuras literarias, por ejemplo, señala que en su cuento Out The Season, omitió el final. Su teoría dice que el autor puede omitir cualquier parte del relato a condición de que sepa con certeza que omite, y de que esta parte comunique más que el relato, esto debe darle al lector la sensación de que hay más de lo que se le cuenta.
Shakespeare And Company
Ubicada en el 12 de la rue de I´Odéon, Shakespeare And Company es una biblioteca y librería circulante, cuya dueña fue Sylvia Beach. Hemingway la describe como cálida y alegre, con libros en el escaparate y en las paredes fotos de escritores vivos y muertos, las fotos parecían instantáneas y los escritores muertos parecían estar vivos.Sylvia tenía cara de modelo, ojos azules como los de una niña, cabello castaño y ondulado peinado hacia atrás. Agrega que era de esas personas a las que les interesan las conversaciones, le gustaba bromear y contar chistes. “Nadie me ha ofrecido más bondad que ella”.
Su encuentro fue breve. Él no llevaba demasiado dinero para pagar una membresía, pero Sylvia se la ofreció y le dijo que se llevara los libros que deseara. Los que Hemingway eligió fueron: Guerra y paz, de León Tolstoi, pero de la traducción de Constance Garnett; El jugador, de Fiodor Dostoievski; Hijos y amantes, de D.H Lawrence; y, Apuntes de un cazador, del filósofo Turgenev.
•Ernest Hemingway, París era una fiesta, Seix Barral, 1975, Barcelona.
---- De la redacción, Apóstrofe.