Lo único que sé hacer es matar, dice Drago, lugarteniente de un cártel mexicano, en esta historia real y perteneciente a la caótica y corrupta realidad mexicana, llena de policías y funcionarios al servicio del crimen organizado y de ejecuciones ejemplares a quienes traicionan a sus compañeros de oficio.
Confesión de un sicario, Juan Carlos Reyna. |
El sicario busca esos instantes de poder, no tiene tiempo de mediar, su función es una: aniquilar. La palabra sicario nos era ajena, ahora resulta propia, casi patentada, y de es del uso común en la cultura popular, incluso el término es venerado en los narcocorridos, así lo define Roberto Zamarripa, en el prólogo de Confesión de un sicario: El testimonio de Drago, lugarteniente de un cártel mexicano.
Las historias que cuenta Drago (nombre ficticio, igual que el de los demás personajes que aparecen en la obra) parecen irreales, tomadas de lo más descabellado de la ficción, sin embargo, son tan verídicas como la existente complicidad entre el Estado y el narcotráfico.
Drago es un personaje desafortunado que de niño fue violado. A los nueve años, con un cuchillo, amenazó a su padre para que dejase de golpear a su madre, después ella lo corrió de la caza por las implicaciones que su acción trajo. Drago comenzó a robar autos, sin embargo, es detenido y recluido en un centro tutelar donde conoce a quien lo ingresaría al narcotráfico.
“Lo que impera es la ley del crimen no del Estado”, dice Drago. Las leyes de los federales quedan fuera, es la cooperación o la muerte. El mismo criminal tiene más miedo de traicionar a su organización que de caer en las manos de la justicia. El capo sabe que la traición se paga con la muerte, con la ejecución ejemplar, la cual es un mensaje contundente para quienes tengan pensado hacerlo.
Las ejecuciones descritas por Drago son macabras, algunas indignan por lo inhumano que llegan a hacer. Por ejemplo, la historia del contador del cártel (Cocodrilo) y su familia: su pequeña hija fue violada y luego lanzada a la mascota del cártel, un tiburón que mantenían en una en una piscina. O aquella historia donde El Santero junto con Tiburón (segundo al mando del cártel) sacaron un feto a una mujer embarazada para beber su sangre. El cártel era comandado por Elefante, un narcotraficante crecido bajo el mando de la vieja guardia del narcotráfico mexicano. Él conocía y compraba a funcionarios de más alto nivel de la policía federal.
Drago fue traicionado tanto por su familia de sangre como por los de la escuela del crimen. “Toda mi vida he sido traicionado. Mi padre, mi madre, mi compadre, mi jefe, las autoridades, los agentes, mis rucas y el Estado Mexicano me traicionaron”. Es por ello que al entrar al Sistema de Testigos Protegidos de la PGR busca levantar la voz y decir lo que realmente sucede. Admite que ha matado a más de cincuenta personas, pero nunca lo hace por matar, sino porque su trabajo se lo exige. Desde que entró a la organización era su rival o él. No le importaba la forma de hacerlo, aunque lo prefería sin armas. No tuvo piedad contra sus rivales y víctimas.
Juan Carlos Reyna, el autor de esta obra, dice que lo único que omitió en la historia es un juicio moral acerca de los hechos, personajes u organizaciones mencionadas. “El único fin es dar voz al infierno de un sicario”.
Confesión de un sicario es una novela de no ficción que retrata la vida de un personaje que llora por sus víctimas al sentirse arrepentido, que sabe que “su muerte será dolorosa y que no tendrá un final feliz”, pero también es la historia de un hombre que ha sido traicionado toda su vida.
Las historias que cuenta Drago (nombre ficticio, igual que el de los demás personajes que aparecen en la obra) parecen irreales, tomadas de lo más descabellado de la ficción, sin embargo, son tan verídicas como la existente complicidad entre el Estado y el narcotráfico.
Drago es un personaje desafortunado que de niño fue violado. A los nueve años, con un cuchillo, amenazó a su padre para que dejase de golpear a su madre, después ella lo corrió de la caza por las implicaciones que su acción trajo. Drago comenzó a robar autos, sin embargo, es detenido y recluido en un centro tutelar donde conoce a quien lo ingresaría al narcotráfico.
“Lo que impera es la ley del crimen no del Estado”, dice Drago. Las leyes de los federales quedan fuera, es la cooperación o la muerte. El mismo criminal tiene más miedo de traicionar a su organización que de caer en las manos de la justicia. El capo sabe que la traición se paga con la muerte, con la ejecución ejemplar, la cual es un mensaje contundente para quienes tengan pensado hacerlo.
Las ejecuciones descritas por Drago son macabras, algunas indignan por lo inhumano que llegan a hacer. Por ejemplo, la historia del contador del cártel (Cocodrilo) y su familia: su pequeña hija fue violada y luego lanzada a la mascota del cártel, un tiburón que mantenían en una en una piscina. O aquella historia donde El Santero junto con Tiburón (segundo al mando del cártel) sacaron un feto a una mujer embarazada para beber su sangre. El cártel era comandado por Elefante, un narcotraficante crecido bajo el mando de la vieja guardia del narcotráfico mexicano. Él conocía y compraba a funcionarios de más alto nivel de la policía federal.
Drago fue traicionado tanto por su familia de sangre como por los de la escuela del crimen. “Toda mi vida he sido traicionado. Mi padre, mi madre, mi compadre, mi jefe, las autoridades, los agentes, mis rucas y el Estado Mexicano me traicionaron”. Es por ello que al entrar al Sistema de Testigos Protegidos de la PGR busca levantar la voz y decir lo que realmente sucede. Admite que ha matado a más de cincuenta personas, pero nunca lo hace por matar, sino porque su trabajo se lo exige. Desde que entró a la organización era su rival o él. No le importaba la forma de hacerlo, aunque lo prefería sin armas. No tuvo piedad contra sus rivales y víctimas.
Juan Carlos Reyna, el autor de esta obra, dice que lo único que omitió en la historia es un juicio moral acerca de los hechos, personajes u organizaciones mencionadas. “El único fin es dar voz al infierno de un sicario”.
Confesión de un sicario es una novela de no ficción que retrata la vida de un personaje que llora por sus víctimas al sentirse arrepentido, que sabe que “su muerte será dolorosa y que no tendrá un final feliz”, pero también es la historia de un hombre que ha sido traicionado toda su vida.
•Juan Carlos Reyna, Confesión de un sicario: El testimonio de Drago, lugarteniente de un cártel mexicano, Grijalbo, México, 2011.
---- De la redacción, Apóstrofe.