Chavela Vargas, la chaman que desgarra el alma

Chavela Vargas es considerada la mejor intérprete de José Alfredo Jiménez, y por su voz desgarradora se convirtió en una de las principales figuras de música ranchera mexicana.

Chavela Vargas, la dama del poncho rojo
Chavela Vargas, la dama del poncho rojo.

El éxito de Chavela Vargas se dio en un momento decisivo de la música ranchera, donde la exaltación del patriotismo y de los símbolos nacionales en personajes como Pedro Infante y Jorge Negrete, durante la Época de Oro del Cine Mexicano, se mezclaron con una especie de mexicanidad creada por los medios de comunicación.
María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano nació el 17 de abril de abril de 1919, en Costa Rica. Llegó a México a la edad de 17 años. Desde sus inicios fue polémica: vestía como hombre, usaba pistola, fumaba tabaco y era parrandera. En 1961, apadrinada por José Alfredo Jiménez, lanzó su primer álbum. La dama del poncho rojo, como también se le llamó, falleció a la edad de 93 años, el 5 de agosto de 2012, en Cuernavaca, México.

La voz de la desolación

El crítico musical, Enrique Helguera considera que el cruce de la música de José Alfredo y el estilo mismo de Chavela la llevó a sonar diferente de las pocas voces femeninas que en ese entonces había en la escena musical de México, entre ellas estaba Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza y Toña La Negra. A diferencia de estas intérpretes, Chavela no mostraba el clásico vestuario folclórico. Más bien, su estilo era fuerte y masculino, cargaba pistola y vestía pantalones.
Agrega Helguera que Chavela Vargas tenía “una voz potente, a veces dura como pedernal, recia, grave, profunda, pero también versátil, capaz de girar sobre sí misma y con un sonido redondo, elevarse hacia registros más agudos, como si fuera un lamento sólido que misteriosamente se licuara en corrientes de dulzura, sensualidad y ternura, o se quebrara secamente en desolación y tristeza”.
Carlos Monsiváis definió a Chavela Vargas como la voz de la desolación: “Cuando empezó a cantar a finales de los 50, sorprendió por su actitud desafiante y su apuesta radical… no sólo fue su apariencia la que se saltaba las reglas establecidas, sino que musicalmente prescindió del mariachi, con lo que eliminó de las rancheras su carácter de fiesta y mostró al desnudo su profunda desolación”.
La vida de Chavela Vargas fue marcada por nostalgia y soledad, pago que hizo por ser libre, por vivir como quiso. En su autobiografía, Y si quieren saber de mi pasado, relata que en su juventud, su padre la repudiaba por su condición sexual y que la metería a un reformatorio, en Heredia, su tierra natal. Agrega, que la iglesia católica la excomulgó por ser como era. Para librarse de esta carga su objetivo era llegar a México. Afirma que quería “cantar como los mexicanos”.

Carlos Monsiváis y Chavela Vargas
Carlos Monsiváis y Chavela Vargas.

El cineasta Pedro Almodóvar declaró que Chavela Vargas es una diosa, pero una diosa marginal que hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos. La Chamana juega volados con la muerte y la vida, considera que dormir en el regazo de la muerte debe ser hermosísimo. Consiguió cantar como quería, “cantar a lo mexicano”. Logró trascender con su canto, convertirse en un icono de la cultura latina, transformarse en un espíritu libre de soledad y nostalgia, como ella quería.
Por su parte, el escritor Jordi Soler reconoce que la cantante en sus inicios “tenía que ganarse la vida en tugurios oscuros de la Ciudad de México, donde le daba vuelo a esa manera tan mexicana de ser”.
Con José Alfredo Jiménez entabló una amistad y en él encontró a un compañero de parranda, lo cual terminó en 1973, cuando muere el autor de El rey. En el funeral, relata Manuel Arroyo-Stephens, fundador de la editorial Turner: “Al llegar frente al féretro, Chavela Vargas se la pasó cantando, se acabó un par de botellas de tequila. En la madrugada y sin despedirse de nadie, se marchó sola, tan sola como había llegado”.
Su adicción a la bebida la llevó a tocar fondo y retirarse de los escenarios, a los que no regresaría hasta principios de los noventa en una aparición en España. 
En una entrevista con Eduardo Vázquez Martín, para Letras Libres, la Chamana relató sobre su regreso: “Es como un milagro. Si hay milagros en la vida ése es uno de ellos, porque hay cantantes que se retiran un año o dos y no vuelven, no pueden. Yo me retiré durante quince años, volví y se me abrieron las puertas. Esperaban que yo volviera. Es un caso hermosísimo”. Después de su retorno, cantó en París y su carrera tomó un segundo aire, lo que le permitió convertirse en unas de las cantautoras más reconocidas en América Latina. 
Chavela Vargas consideraba que su música tiene que ver con eso que se llama alma. Que su canto es la inmensa voz del humano que está callada, que no puede llamársele de ninguna forma. Que morirá hasta que la gente sepa que su voz va más allá del dolor y la angustia. 
“Las personas, simplemente, aman o no aman. Los que aman, lo harán siempre a todas horas, intensa y apasionadamente. Los que no aman, jamás se elevarán ni un centímetro del suelo”, dijo en alguna ocasión la Dama del poncho rojo.

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Por Ernesto Zisniega, periodista, editor y, en ocasiones, creativo. Twitter: @ernestozf.