I knew I was different.
I thought that I might be gay or something because
I couldn’t identify with any of the guys at all.
None of them liked art or music.
They just wanted to fight and get laid.
It was many years ago but it gave
me this real hatred for the average American macho male.
Kurt Cobain.
I don't have the passion anymore and so remember,
its better to burn out than to fade away.
Peace, love, empathy.
Kurt Cobain.
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Kurt Cobain vocalista de la banda estadounidense de grunge Nirvana. |
Sin duda, debo hacer un paréntesis, en el caso de México las influencias musicales (e ideológicas) llegan de manera desordenada, es decir, a muchos nos llegaron las influencias musicales sin el paso de una tras otra, recibimos una avalancha de cosas que pocas veces les damos el tiempo para ser digeridas. En mi caso, el grunge me golpeó de lleno a finales de los noventa, creo que viví el final de la Generación X y el inicio de la era millenial. Mi mundo se constituyó entre Daria, Ren y Stimpy, Celebrity Deathmatch y los videos en Mtv y Telehit con barras de programas bastante interesantes como Desde Gayola o el primer formato de El Calabozo. Si bien veía muchas otras cosas, este fue mi acercamiento a la cultura de masas para adolescentes, y la música tiene un lugar central el este proceso.
El grunge, además de un movimiento musical, es el movimiento de una generación de jóvenes que inició en la desesperanza, una juventud en medio de los bosques de Oregón, cerca de la lúgubre ciudad de Seattle. El mundo de la melancolía, el clima lluvioso que envuelve con su frío abrazo, de bruma que acecha constantemente segando el horizonte, el sol tímido que es incapaz de calentar porque siempre hay una espesa nube gris que interrumpe su voluntad, justamente, allí nació ese sentimiento trágico. Los rayos del sol no fueron hechos para todos, por lo menos, no para la humanidad nacida del grunge. Para ellos, no se espera un llanto, tampoco una mentira, es un ser para la muerte; en sus mismas letras se reconoce la ausencia de un Dios presente “Jesus don’t want me for a sunbean”. Los jóvenes de las últimas dos décadas del XX están a su suerte, y se convierten en obreros o empleados que pasan su fin de semana en alguna taberna local o se anestesian para vivir una vida nueva y diferente, una vida grunge.
El origen del vocablo grunge ya ha sido especificado y debatido, desde mi perspectiva es una variación fonética de la palabra grungy (sucio), resultado de la jerga de los hijos de proletarios madereros del noroeste de los Estados Unidos, el cual derivó del término inglés dirt (suciedad, mugre) o filth (inmundicia, porquería). Realmente el grunge fue una actitud para ser uno mismo, una actitud que tomó con singularidad su tratamiento de inmundicia. A la juventud siempre se le ha apartado, por su inexperiencia, por su búsqueda utópica y, también, por su condición desesperanzada que raya en lo inmundo.
Las cuatro bandas que alcanzaron la perfección del sonido grunge fueron Alice in Chains, Pearl Jam, Soundgarden y Nirvana. En este universo cada quien tiene a su favorito y no entraré en una discusión tan sensible que puede herir corazones y hasta fragmentar amistades. Mejor, disfrutemos las melodiosas guitarras con distortion con el “sucio” golpe iracundo de una generación. Lo que sí debe quedar claro de la música grunge es justamente eso, la manifestación de un desacuerdo, de un “ruido” incesante que se plasmó en la cabeza de la juventud para hacer voltear a un grupo de señoras y señores que ignoraban a aquellos que dejaron sin futuro.
El origen del vocablo grunge ya ha sido especificado y debatido, desde mi perspectiva es una variación fonética de la palabra grungy (sucio), resultado de la jerga de los hijos de proletarios madereros del noroeste de los Estados Unidos, el cual derivó del término inglés dirt (suciedad, mugre) o filth (inmundicia, porquería). Realmente el grunge fue una actitud para ser uno mismo, una actitud que tomó con singularidad su tratamiento de inmundicia. A la juventud siempre se le ha apartado, por su inexperiencia, por su búsqueda utópica y, también, por su condición desesperanzada que raya en lo inmundo.
Las cuatro bandas que alcanzaron la perfección del sonido grunge fueron Alice in Chains, Pearl Jam, Soundgarden y Nirvana. En este universo cada quien tiene a su favorito y no entraré en una discusión tan sensible que puede herir corazones y hasta fragmentar amistades. Mejor, disfrutemos las melodiosas guitarras con distortion con el “sucio” golpe iracundo de una generación. Lo que sí debe quedar claro de la música grunge es justamente eso, la manifestación de un desacuerdo, de un “ruido” incesante que se plasmó en la cabeza de la juventud para hacer voltear a un grupo de señoras y señores que ignoraban a aquellos que dejaron sin futuro.
De tal manera, los jóvenes de los ochenta y noventa se invistieron con ese sin futuro, la desesperanza se convirtió en la toga que representaba su noble condición de estar en un mundo si certezas. Así se dio la nobleza del dirty. Es sencillo identificar al grunge, de hecho creo que no existía una distinción desde el género, tanto hombres como mujeres sufrieron una metamorfosis, ambos tenían el cabello largo y grasoso, las chicas empezaron a usar ropa holgada y algunos hombres usaron vestidos, quizá más por espectacularidad, pero así fue.
Quizá quien más reflexionó el asunto de la moda fue Kim Gordon (bajista y segunda voz de Sonic Youth, a los cuales no considero dentro del movimiento grunge, en otro lugar lo podremos discutir). Ella creó una línea de ropa llamada X-Girl, siempre consciente del tipo de feminidad que se construía en el grunge construyendo un estilo vintage, urbano y punk. Para los hombres la cuestión de la ropa usada era fácil: camisas de franela y playeras baratas, pantalones vaqueros de mezclilla rotos y botas sucias o tenis Converse. En el caso de las mujeres el tema era distinto, Kim sostenía que no se trataba de perder la feminidad, por ello, construyó un look más entallado (sin perder lo holgado), limpio y que no sacrificaba la informalidad, también usaban pantalones de mezclilla estilo tejano, botas y tenis, pero además de las camisas usaban blusas o vestidos encima. Creo que la máxima insignia del grunge era el cabello, lo dejábamos largo y no lo lavábamos con frecuencia, permitíamos que las grasas y aceites naturales se dejaran en este. Algunos lo fabricaban todas las mañanas con geles y bastante agua, se lograba el afamado estilo grunge acuoso.
Justamente, el grunge es la cultura de la nobleza de los marginados. Un grupo de personas que no comprendían que sentido tenía el estar en el mundo que no los comprendía, un mundo hostil que agredía todo lo que estaba a su alrededor. En ese sentido, una de las letras más estridentes y con mayor eco en esta subcultura del rock alternativo fue “I hate myself and I want die”. No fue un himno, porque los himnos se repiten, a veces sin sentido, estas letras por lo general eran mensajes susurrados entre los jóvenes. Así pues, como todo movimiento artístico la interpretación literal no funciona, el sentido figurado es más importante, esta odiosa frase representaba ese significado que se tiene de la existencia, qué hacemos aquí si no podemos hacer nada para cambiarlo. Ese es uno de los principales goznes del grunge, pues deja ver su universo en una pequeña frase: existe una pérdida de sentido, porque el mundo se encuentra cerrado, sordo; por ello, el ser para la muerte se deja libre y en cada rincón del mundo, en un concierto o en una lavandería, se lanza un grito que no tiene más sentido que mostrar el absurdo de la existencia humana, el estar en la vida cotidiana sin nada que hacer puesto que ninguna creencia es capaz de brindar un futuro.
La autora que intuyó mejor esta condición de la juventud de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo XX fue Elizabeth Wurtzel, autora de Nación Prozac (1996), nos mostró el sentimiento de las y los jóvenes que tomó el grunge. Si bien es el caso de la juventud gringa, sumergida en la fácil respuesta de la industria farmacológica para eludir los problemas, que dejó a esa generación a merced de las drogas, sí atrapó un tema altamente universal: qué significa tener todo y contar con las fuerzas o las condiciones para alcanzar un sueño o, por lo menos, un deseo.
Lo que convierte al grunge en un verdadera contracultura es esto, su posición siempre fue (y es) en contra del famoso “échale ganas”, contra “el individualismo neoliberal de que el individuo (solo) puede superar cualquier problema y mejorar su condición de existencia por él mismo”, esto no se debe confundir, Elizabeth fue una prolífica escritora y periodista y ejerció su actividad, sin embargo, siempre se encontró con la pared de un mundo que no podía detenerse en un ritmo voraz que no le permitió sentarse a tomar un respiro, siempre se sintió empujada obligada por una generación baby boom que sólo piensa en la propiedad privada y la acumulación material como significado de éxito.
El gran desquicio de la juventud grunge es ese: no contar con un mundo que asegure el éxito material, y los orilla al consumismo desenfrenado, no encontrar un creencia firme que les brinde certezas, no reconocerse como parte del mundo y encontrarse a sí mismos.
Justamente, el grunge es la cultura de la nobleza de los marginados. Un grupo de personas que no comprendían que sentido tenía el estar en el mundo que no los comprendía, un mundo hostil que agredía todo lo que estaba a su alrededor. En ese sentido, una de las letras más estridentes y con mayor eco en esta subcultura del rock alternativo fue “I hate myself and I want die”. No fue un himno, porque los himnos se repiten, a veces sin sentido, estas letras por lo general eran mensajes susurrados entre los jóvenes. Así pues, como todo movimiento artístico la interpretación literal no funciona, el sentido figurado es más importante, esta odiosa frase representaba ese significado que se tiene de la existencia, qué hacemos aquí si no podemos hacer nada para cambiarlo. Ese es uno de los principales goznes del grunge, pues deja ver su universo en una pequeña frase: existe una pérdida de sentido, porque el mundo se encuentra cerrado, sordo; por ello, el ser para la muerte se deja libre y en cada rincón del mundo, en un concierto o en una lavandería, se lanza un grito que no tiene más sentido que mostrar el absurdo de la existencia humana, el estar en la vida cotidiana sin nada que hacer puesto que ninguna creencia es capaz de brindar un futuro.
La autora que intuyó mejor esta condición de la juventud de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo XX fue Elizabeth Wurtzel, autora de Nación Prozac (1996), nos mostró el sentimiento de las y los jóvenes que tomó el grunge. Si bien es el caso de la juventud gringa, sumergida en la fácil respuesta de la industria farmacológica para eludir los problemas, que dejó a esa generación a merced de las drogas, sí atrapó un tema altamente universal: qué significa tener todo y contar con las fuerzas o las condiciones para alcanzar un sueño o, por lo menos, un deseo.
Lo que convierte al grunge en un verdadera contracultura es esto, su posición siempre fue (y es) en contra del famoso “échale ganas”, contra “el individualismo neoliberal de que el individuo (solo) puede superar cualquier problema y mejorar su condición de existencia por él mismo”, esto no se debe confundir, Elizabeth fue una prolífica escritora y periodista y ejerció su actividad, sin embargo, siempre se encontró con la pared de un mundo que no podía detenerse en un ritmo voraz que no le permitió sentarse a tomar un respiro, siempre se sintió empujada obligada por una generación baby boom que sólo piensa en la propiedad privada y la acumulación material como significado de éxito.
El gran desquicio de la juventud grunge es ese: no contar con un mundo que asegure el éxito material, y los orilla al consumismo desenfrenado, no encontrar un creencia firme que les brinde certezas, no reconocerse como parte del mundo y encontrarse a sí mismos.
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El grunge es una expresión musical que nace en EE.UU. |
El grunge fue la respuesta de una generación, con seres talentosos, pero su destino fue la incapacidad de encontrar alegría con y en sus dones. Ello detonó con uno de los finales más tristes, el momento en que Kurt Cobain se hizo uno con el infinito, con su propia mano se mató un 5 de abril de 1994. Esa noticia la escuche el volkswagen blanco de mi padre, camino a la casa después de un día de clases. Aquella noticia fue seguida con la afamada Smells Like TeenSpirt que el grunger de ojos azules ya odiaba interpretar, y cuando la tocaba en vivo lo hacía cada vez más y más noice y dirty, sin ganas, su guitarra cada vez tenía mayor distortion que lo sumía en una inmensa desesperación.
Fue tanta la desazón que sintió el ícono de grunge que sus últimas reflexiones sólo pudieron ser para la ficción. Su nota final fue dirigida al fantasma de su amigo imaginario: Boddah, en ella dejó ver lo que retrató Wurtzel: “I haven't felt the exitement of listening to as well as creating music along with reading and writing for too many years now. I feel guilty beyond words about these things. For example when we're backstage and the lights go out and the manic roar of the crowd begins it doesn't affect the way in which it did for Freddy Mercury who seemed to love and relish in the love and adoration from the crowd. Which is something I totally admire and envy.”
Fue tanta la desazón que sintió el ícono de grunge que sus últimas reflexiones sólo pudieron ser para la ficción. Su nota final fue dirigida al fantasma de su amigo imaginario: Boddah, en ella dejó ver lo que retrató Wurtzel: “I haven't felt the exitement of listening to as well as creating music along with reading and writing for too many years now. I feel guilty beyond words about these things. For example when we're backstage and the lights go out and the manic roar of the crowd begins it doesn't affect the way in which it did for Freddy Mercury who seemed to love and relish in the love and adoration from the crowd. Which is something I totally admire and envy.”
Lo que expresa es el peso de la simulación, muchos de nosotros hemos sentido la obligación de sentirnos bien, de ser felices cuando en realidad no lo somos, a pesar de encontrarse todo bien, a veces simplemente estamos inundados por la tristeza, como la pesada lluvia sin fin de los densos bosques de Oregón.
A pesar de hacer bien lo que hace, y agradar al mundo, eso no es motivo de alegría, por lo menos no lo es para todos nosotros. De alguna manera, no todos estamos listos para estar ante un enorme reflector, esto no implica la fama o el reconocimiento, sino más bien el contacto con un mar de personas, que a pesar de que podemos llegar a estimarlas, ser empáticos, no quiere decir que esa sociabilidad brinde la felicidad. Algunos cuantos nos sentimos mejor con cierta introversión que, sin embargo, como Cobain se sentía: “I still can't get over the frustration, the guilt and empathy I have for everyone”.
A pesar de hacer bien lo que hace, y agradar al mundo, eso no es motivo de alegría, por lo menos no lo es para todos nosotros. De alguna manera, no todos estamos listos para estar ante un enorme reflector, esto no implica la fama o el reconocimiento, sino más bien el contacto con un mar de personas, que a pesar de que podemos llegar a estimarlas, ser empáticos, no quiere decir que esa sociabilidad brinde la felicidad. Algunos cuantos nos sentimos mejor con cierta introversión que, sin embargo, como Cobain se sentía: “I still can't get over the frustration, the guilt and empathy I have for everyone”.
Por otra parte, la fatal perspectiva de futuro inunda el sentimiento grunge, como lo he mencionado. Esto lo percibía el autor de About a Girl cuando habló de su pequeña Frances: “I can't stand the thought of Frances becoming the miserable self-destructive, death rocker that I've become”; la generación que nació inundada del grunge tiene un miedo que se manifiesta de muchas maneras. Con nuestros sucesores nos da un pavor inmenso que queden atrapados en el mismo “hoyo”, en esa terrible soledad e inmensa negritud; porque sabemos lo miserable que es el mundo y las personas que habitan en él, sobre todo, porque nos es inaudito como a las personas les resulta fácil relacionarse y ser comprensivas, más aún cuando reconocemos que somos criaturas volubles y lunáticas.
No me queda más que decir que el grunge es una visión trágica del mundo contemporáneo, sin duda alguna, una contra cultura que nos ha enseñado una cosa que jamás podremos olvidar: “No vemos las cosas como son. Las vemos como nosotros somos”. Esto significa que el mundo devastador del exacerbado liberalismo globalizado dejó a la juventud en el sin sabor de las promesas no cumplidas; en ese mundo que “nadea” las y los jóvenes se encontraron en el polémico no saber quiénes son, dejándolos presa de las farmacéuticas y las drogas para no sentir el peso de esa nada; el valor esencial de la existencia sólo adquiere sentido en mi histórica condición de existencia, por ello, la única certeza posible, y que fue gritada a los oídos de mundo fue: “God is gay”.
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Ulises Adrián Reyes Hernández, sociólogo y filósofo. Teenage angst has paid off well, Now I’m bored and old. | Twitter: @UlisesRH86.
No me queda más que decir que el grunge es una visión trágica del mundo contemporáneo, sin duda alguna, una contra cultura que nos ha enseñado una cosa que jamás podremos olvidar: “No vemos las cosas como son. Las vemos como nosotros somos”. Esto significa que el mundo devastador del exacerbado liberalismo globalizado dejó a la juventud en el sin sabor de las promesas no cumplidas; en ese mundo que “nadea” las y los jóvenes se encontraron en el polémico no saber quiénes son, dejándolos presa de las farmacéuticas y las drogas para no sentir el peso de esa nada; el valor esencial de la existencia sólo adquiere sentido en mi histórica condición de existencia, por ello, la única certeza posible, y que fue gritada a los oídos de mundo fue: “God is gay”.
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Ulises Adrián Reyes Hernández, sociólogo y filósofo. Teenage angst has paid off well, Now I’m bored and old. | Twitter: @UlisesRH86.