De dos a tres caídas, sin límite de tiempo

Cuando cerré el libro del Doktor Edmundo Martínez, visualicé una antigua arena donde se libran feroces combates entre pares de oposiciones. Hay en esta dualidad en conflicto, cuya clave es el movimiento perpetuo, la presencia de diversas narrativas del imaginario de la Lucha libre mexicana. Antropomorfo plantea una buena contienda a cada vuelta de hoja, porque no solo encontramos un divertimento, sino una precisa maquinaria de ingeniería literaria que aproxima la ficción con la realidad.

Antropomorfo, de Edmundo Martínez.

Las nueve piezas que integran este engranaje, nos acercan a un autor que evoca respetuosamente tradiciones del México profundo donde pulsan el barrio, la calle, la nostalgia por el pueblo natal del que se ha migrado, el gimnasio, la agencia de detectives; así como los territorios del mito, la infancia, el desamor, la discriminación, el apoyo comunitario o las personalidades múltiples; ya sea en entornos escolares, laborales o familiares, como una suerte de intersticios saloamargos donde la violencia cotidiana tiende a resolverse con técnica o rudeza.
En las historias de Edmundo Martínez también están presentes exigentes lecturas donde la novela negra se hermana con el universo simbólico de los Súper héroes o los detectives. Por ello es posible imaginar dando felices maromas a Raymond Chandler vs Truman Capote; Julio Cortázar vs Vicente Leñero, Rafael Bernal vs Kalimán o Mircea Cãrtãrescu vs el personal del Sensacional de Luchas. O el ojo ultracrítico de Buñuel aplicando llaves al lacrimoso Ismael Rodríguez; David Silva versus los devotos del cine de luchadores, especialmente el de las películas del Santo, el Enmascarado de plata, Blue Demon, Huracán Ramírez, Gato negro, el Ajolote, inmiscuidos heroicamente en nuestra vida cotidiana para defendernos de seres diabólicos, sobrenaturales, sensualmente aterradores o extraterrestres, en películas «tan malas» que desde hace muchos años son consideradas «de culto».
En México, la lucha libre es una mezcla muy popular de deporte y teatro. Se caracteriza por estilos de sumisiones rápidas y acrobacias elevadas, vuelos o aleteos, así como peligrosos saltos fuera del ring. Edmundo Martínez combate por los caminos de la literatura, el cine o la música con acrobacias que no dejan de sorprendernos, como nos maravilla el extraño y fascinante mecanismo del cuerpo y sus maromas.
Las nueve historias, tal vez un primer guiño del Doktor hacia los círculos iniciáticos en las tradiciones herméticas, nos llevan del espacio privado, tan íntimo como lo es la identidad secreta de los luchadores de todos los tiempos, hasta el espacio público del cuadrilátero que, para los que hemos tenido la fortuna de conocerlo personalmente, es una válvula de escape colectiva donde manifestamos nuestra parte más ruda, o aplicamos técnicas heredadas de la antigüedad grecorromana como finísimas formas de sometimiento. Dicho sometimiento del cuerpo del otro y su perpetua oposición, se expresan como una «lucha» constante, donde hay al menos una oportunidad de resistir. Porque la realidad del pancracio supone la vivencia de roles supra humanos y es posible ser un superhéroe o un antihéroe, dependiendo el caso; un ser fantástico que tiene una oportunidad de cambiar un entorno de golpe y porrazo, o bien puede impartir justicia con el cuerpo y su disciplina. Por supuesto que el enmascaramiento es necesario para participar de la ficción donde la Lucha libre es tradición y deporte.
En Antropomorfo, la resolución de conflictos es posible al tensar las cuerdas y así la dualidad hace springboard o exige el cumplimiento de las reglas básicas para la posesión o la pérdida de la máscara del oponente. De esta manera, lo que sucede afuera o adentro de la máscara será la clave para dar la batalla en cada página del cuadrilátero. Si hemos aceptado nuestro lugar en la lucha, la primera reversión será el diseño de una máscara personal como respuesta ante los desafíos impuestos por condiciones de vida definitivamente opresivas. Luego, estará el descubrimiento de un rostro verdadero, lo que nos invita a aplicar una empática llave que nos involucra biográficamente; porque se trata de ese espacio de intimidad donde se guardan recuerdos, traumas, oscuros secretos o luminosas emociones.
La máscara es un tópico que llevaremos puesto en los nueve relatos, cada personaje cuenta con atributos únicos y sorprendentes que lo ayudarán a romper con la opresión de la realidad real, expuesta de manera brillante y descarnada por el autor desde las muchas dimensiones sociales que nos vulneran. Etnia, clase, condición laboral o física.
En las nueve historias, el espacio físico es el umbral, un tanto oscuro por momentos, donde se construye la máscara, el disfraz. La máscara es la portadora del mito, el ensimismamiento de lo irreal y de lo humano que constituye la dualidad del yo. En la parte luminosa está la cercanía con la normalidad con lo conocido, posible, bueno y limpio, quedándose en la parte oscura la negación de las posibilidades primarias del ser o no ser para los otros. Es aquí en la parte dark de Antropomorfo donde tienen lugar los diseños de la fantasía más disparatados: la revelación de las personalidades que evocan la tragedia traduciéndola en seres monstruosos, terrorismo internacional o interestelar. Personalidades extravagantes o fantásticas que se abocan a los ritmos teatrales, circenses, performánticos o rituales que generan la linealidad o la inconsistencia de otras lógicas.
Desde esa otra lógica, síntesis de la lucha de contrarios, el Doktor Edmundo sale victorioso del conteo, con algunos chichones, pero con la sonrisa intacta adentro o afuera de la máscara.

---- ---- ---- 
Si desean adquirir el libro, está disponible a través de: 
Wilmer Armando Velázquez Antunez | WhatsApp: 5578107301.
---- ---- ---- 
Zindy E. Rodríguez Tamayo
(Ciudad de México, 1973) Editora. Autora de Animal distinto. Ejerce la docencia, la investigación académica y el periodismo. Actualmente impulsa de manera independiente su propio sello editorial Granito de Sal 88.