«La vida ha sucumbido ante la muerte,
pero la memoria sale victoriosa
en su combate contra la nada.»
Tzvetan Todorov
La memoria suele ser porosa y traicionera; es escurridiza y suele engañarnos. Desde luego que no hablo de la memoria colectiva o social, hablo de la memoria individual, esa que muchas veces nos hace desatinar porque no acertamos a mirar con claridad el pasado. Pese a todo, aun con todos esos defectos, es lo único que nos va quedando conforme avanza el tiempo.
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| El Bazucazo contra la puerta de la preparatoria, 30 de julio de 1968. (AP) |
Han pasado más de cincuenta años desde que viví aquel año sesenta y ocho. Tengo muchos recuerdos, algunos nítidos, otros un tanto borrosos; pero si de algo estoy seguro es que fue un año agitado, sin duda, así lo escuchaba yo en los noticieros de la radio, lo veía en los encabezados de los diarios y lo oía en las pláticas de los adultos. Recuerdo cierta perturbación en las personas mayores, por ejemplo, por el asesinato de Robert Kennedy. Años atrás habían asesinado a su hermano, el presidente de los Estados Unidos, y nebulosamente también recuerdo aquella noticia turbulenta.
En mil novecientos sesenta y ocho yo tenía trece años. Había salido de la primaria y vivía un interludio de frustración e incertidumbre porque no estaba estudiando; la secundaria parecía un camino vedado para mí. Trabajaba en una panadería y escuchaba la radio que se mantenía encendida todo el día en aquel amasijo con olor a pan.
En aquellos años la radio era el medio de comunicación, información y entretenimiento de casi todas las familias mexicanas. Eran populares la XEW y la RCN, porque transmitían radionovelas que hacían llorar a la abuelita, como Chucho el Roto o que nos hacían emocionarnos, como Kalimán. La televisión comenzaba a hacerse presente, pero en un pueblo pequeño como en el que crecí, sólo unas cuantas familias podían darse el lujo de tener un televisor, de bulbos y en blanco y negro. Algunos comerciantes abrían un espacio en su casa, acomodaban una fila de sillas o unas bancas y la gente pagaba veinte centavos para ver el futbol, el box, las luchas o series como Combate, Los invasores, La familia Monster, Viaje al fondo del mar, El túnel del tiempo o Perdidos en el espacio, entre otros muchos. La gente nunca entraba a ver la televisión para enterarse de las noticias porque lo que buscaba era un rato de entretenimiento. Así que el medio por el cual podíamos enterarnos de los acontecimientos tanto nacionales como internacionales era la radio. Así nos enterábamos, por ejemplo, de que en Vietnam había una guerra, que en Cuba se había establecido un régimen comunista (recuerdo que mi padre solía referirse a Fidel Castro como «ese maldito comunista») y que los Beatles eran amos y señores del espectáculo mundial y de los corazones de los jóvenes.
Recuerdo vagamente que en aquel años de 1968 la radio dio cuenta de que el Vietcong había lanzado la famosa Ofensiva del Tet, que en Checoslovaquia había habido una invasión del ejército soviético; que el ejército norteamericano había ejecutado una matanza en una aldea vietnamita, que Martin Luther King y Robert Kennedy habían sido asesinados, que en Francia había una revuelta popular, que había una competencia por la conquista del espacio y que las dos superpotencias hacían pruebas nucleares. En México de lo que hablaban los noticieros eran los Juegos Olímpicos que se celebrarían en el mes de octubre (irónicamente un evento que sirve para reafirmar la paz y la fraternidad entre los pueblos y los seres humanos, se celebró en el mismo mes en que se dio la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres culturas). Pese a mi edad escuchaba aquellas noticias más como entretenimiento que como información. Para mí todos esos acontecimientos eran parte de una aventura.
Además de información y radionovelas, la radio transmitía música de casi todos los géneros: Ranchera, tropical, baladas, danzones y desde luego rock and roll para los jóvenes. Se escuchaban dos tipos de rock, el de las bandas norteamericanas y británicas y el «rock and roll nacional», que en realidad eran covers a veces muy malos; había producción nacional, pero era escasa. En el rock mexicano sonaban con ganas: los Teen Tops, Los Hoolligans, Johny Laboriel, Angélica María, Julissa, César Costa, Alberto Vázquez. Rocío Durcal, etc. Para quienes no eran afectos al rock and roll sonaba Armando Manzanero, Rafael, Leo Dan. Para quienes eran aficionados a los bailes las sonoras. Era populares La Matancera, la Santanera, la Maracaibo, recuerdo. Las danzoneras aún eran muy demandadas: Carlos Campos, Mariano Mercerón, Acerina, etc.
Tenía un primos que eran mayores, quizá uno seis o siete años, que estaban locos con la invasión británica del rock and roll. Los Beatles, los Rolling Stones, Pink Floyd y los Animals, entre otros, sonaban en algunas estaciones de radio cuyos nombres no recuerdo [al parecer Radio Éxitos y Radio Capital] Aquellos primos llevaban a casa algunas revistas especializadas en rock and roll que daban la nota acerca de un éxito de los Rolling Stones titulado Jumping Jack Flash; recuerdo haber leído también la noticia del famoso Album Blanco de los Beatles y de la incorporación de David Gilmour a Pink Floyd. Eso lo leía. Se rumoraba, recuerdo, que los Beatles vendrían a tocar a México y que lo harían en el Palacio de Bellas Artes.
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| La juventud de los años sesenta en el ámbito musical fue marcada por The Beatles. |
La música de crítica social, según recuerdo, no se escuchaba en las estaciones de radio más populares. Algunas canciones del rock and roll tenía letras que inocentemente podían considerarse contestatarias, letras que hablaban de jóvenes rebeldes como Leroy, un joven rebelde que terminó domesticado. Con una candidez exasperante sonaba una letra que los jóvenes cantaban «Yo no soy un rebelde sin causa, ni tampoco un desenfrenado, yo lo único que quiero es bailar rock & roll, y que me dejen vacilar sin ton ni son». Sin embargo, el rock and roll como género musical tenía la virtud de enfrentar a las generaciones de los jóvenes con las generaciones de sus padres; no tanto por las letras de sus canciones, sino porque hubo un cambio en la forma de pensar. Había una franca rebeldía contra la generación anterior de gustos rancheros, películas charros y canciones de Jorge Negrete. En ese ambiente de confrontación se desbordó el uso de la minifalda, los anticonceptivos, el cabello largo, la ropa entallada, el consumo de drogas y el sonido estridente de la nueva música. Algunos músicos se atrevieron, por ejemplo, a rocanrolizar algunas canciones clásicas rancheras como Qué manera de perder, de Cuco Sánchez o Cucurrucucú Paloma, de Tomás Méndez; tal «atrevimiento» fue obra de los Hermanos Carrión. Recuerdo cierto escándalo y desaprobación de algunos adultos que veían este hecho como una irreverencia. Los Carrión sobrevivieron con mucho éxito.
En cuanto a la música netamente contestaria o de protesta, como se le empezó a conocer, se escuchaban en las estaciones de radio dedicadas a difundir el rock, las voces de Joan Báez, Bob Dylan, Peter Paul and Mary y Simon y Garfunkel cuyas letras eran inteligibles para la mayoría, pero que uno podía encontrar traducidas en alguna revista especializada. La respuesta está en el viento, el gran tema de Dylan, sonaba mucho en el año sesenta y ocho pese a que era una canción de 1963. En las estaciones de radio que difundía música nacional, nunca escuché algo que se llamara música de protesta en español, aunque ya la había, según lo supe después. Al parecer no había radiodifusora nacional alguna que se atreviera a transmitir ese género musical; el presidencialismo estaba en su apogeo y era difícil. Muchos años después me enteré de la existencia Violeta Parra, Mercedes Sosa y Víctor Jara; quizá Radio UNAM difundiría sus canciones, pero en la familia nadie la escuchaba. Uno de los iconos de aquellos años era Óscar Chávez, pero él interpretaba corridos de la postrevolución; recuerdo una que hasta mi abuelo escuchaba: Román Castillo. Después sus letras fueron haciéndose cada vez más críticas e hizo un viraje hacia la parodia política, pero eso ya fue en la década de los setentas. Otro ejemplo de la música de protesta fue Amparo Ochoa, pero ella llegó a la ciudad de México hasta 1969. Desconozco si en su natal Sinaloa haya cantado canciones de protesta en 1968. Yo no la recuerdo en ese año. Yo comencé a escucharla hasta la siguiente década en las que se volvió icónica, tal como ocurrió con Gabino Palomares que también tuvo su gran apogeo en la misma década que Amparo Ochoa. Más radical, José de Molina, tampoco se escuchaba en la radio comercial; con mucho fue uno de los más marginados de los medios de difusión. Aún hoy en día es desconocido en amplios sectores, incluso de la cultura popular. Quién sí participó de manera directa y activa fue Judith Reyes, aunque tampoco era conocida en el ambiente popular en el que me desenvolvía. Yo vine a conocer su música muchos años después. Fue muy famosa, después lo supe, su canción «Corrido a los combates del Politécnico.»
Instituto Politécnico Nacional
el cultivo de las técnicas en tu afán,
fuiste creado cuando México
junto con el mundo
creyó que nuestro México
entraba de verdad
por un camino ansiado
de firmes esperanzas
y de limpio desarrollo
y progreso universal.
Instituto Politécnico Nacional
eres fruto de imperiosa necesidad
porque tu para los nuevos
descubrimientos tienes
las técnicas precisas
para su ejecución,
y cuando se respeten derechos y
libertades
tu alma polimorfa
estará en la producción.
Instituto Politécnico Nacional
Instituto Politécnico Nacional
De combativa clase
obrera y combativa
del pueblo entraña viva
soy politécnico.
Al impactar mis aulas
las balas asesinas
muero gritando vivas
al Politécnico.
Instituto Politécnico Nacional
Llanto y crespones negros
ojos enrojecidos
gloria por los caídos
del Politécnico.
Los que sobrevivimos
para contar la Historia
cantaremos la gloria
del Politécnico.
De las revueltas estudiantiles los noticieros radiofónicos dieron siempre una visión sesgadamente oficial, como después lo comprendí. Los estudiantes en los medios eran «agentes del comunismo internacional», «terroristas que buscaban hundir a México» o «delincuentes juveniles». Recuerdo claramente aquellas desafortunadas nominaciones. Lo escuchaba en las noticias y lo veía en los encabezados de los periódicos. Recuerdo una imagen, nunca la olvidaré, de un joven asustado, sosteniendo unos cartuchos de dinamita; el encabezado del diario de cuyo título no me acuerdo, era «Terrorismo». No dudo ni tantito que aquel joven asustado haya sido obligado a posar para la cámara. Luego de la matanza, los diarios y la radio dieron cuenta de los hechos como un «Enfrentamiento entre estudiantes y el ejército»; se habló apenas de una docena de muertos y algunos heridos. Los hechos y la magnitud de los mismos se fueron revelando ante mis ojos conforme fui creciendo y me fui informando a través de los libros. Días después se inauguraron los XIX Juegos Olímpicos México 68 y el interés de la población se centró en ver si México ganaba una buena cantidad de Medallas.
Recordar el 68 es un ensayo del escritor y profesor Edmundo Martínez García. Participante e impulsor de distintos foros y talleres literarios. Tiene dos obras publicadas: «Mano de gato» y «Si lo ves, dile al General Vicente Guerrero que los nazis ya están aquí». Contacto: edmartinezg61@gmail.com.
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eres fruto de imperiosa necesidad
porque tu para los nuevos
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las técnicas precisas
para su ejecución,
y cuando se respeten derechos y
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tu alma polimorfa
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De combativa clase
obrera y combativa
del pueblo entraña viva
soy politécnico.
Al impactar mis aulas
las balas asesinas
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Llanto y crespones negros
ojos enrojecidos
gloria por los caídos
del Politécnico.
Los que sobrevivimos
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del Politécnico.
De las revueltas estudiantiles los noticieros radiofónicos dieron siempre una visión sesgadamente oficial, como después lo comprendí. Los estudiantes en los medios eran «agentes del comunismo internacional», «terroristas que buscaban hundir a México» o «delincuentes juveniles». Recuerdo claramente aquellas desafortunadas nominaciones. Lo escuchaba en las noticias y lo veía en los encabezados de los periódicos. Recuerdo una imagen, nunca la olvidaré, de un joven asustado, sosteniendo unos cartuchos de dinamita; el encabezado del diario de cuyo título no me acuerdo, era «Terrorismo». No dudo ni tantito que aquel joven asustado haya sido obligado a posar para la cámara. Luego de la matanza, los diarios y la radio dieron cuenta de los hechos como un «Enfrentamiento entre estudiantes y el ejército»; se habló apenas de una docena de muertos y algunos heridos. Los hechos y la magnitud de los mismos se fueron revelando ante mis ojos conforme fui creciendo y me fui informando a través de los libros. Días después se inauguraron los XIX Juegos Olímpicos México 68 y el interés de la población se centró en ver si México ganaba una buena cantidad de Medallas.
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