Niebla en el riachuelo

De modo que los milenios siguieron pasando. Las estrellas nacían y morían, los planetas atravesaban los más diversos ciclos y las civilizaciones surgían y decaían en miríadas de galaxias por cientos y cientos de cosmos. Lo que parecía no cambiar era la Federación. Si bien había atravesado diferentes etapas desde sus orígenes, hacía eones, desde hace mucho estaba sólidamente controlada por un grupo de Supremos cuyos intereses eran los que realmente movían al Cosmos. En efecto; tras la conformación de una serie de organismos supervisores, actualmente podía decirse que todo cuanto sucedía en el Universo había sido planificado anteriormente por los Supremos. El surgimiento de un imperio, la caída de otro, alguna supernova, la aparición de ciertas razas, la multiplicación de Cápsulas, el tráfico espacial y demás, todo estaba planificado por los sabios de la Federación. O, mejor dicho, casi todo.

Niebla en el riachuelo, de Daniel Verón.

Así es. Pese al inmenso avance logrado, la penetración en múltiples dimensiones, las idas y venidas por el tiempo, el acceso a diferentes estratos cósmicos, etc., los Supremos sabían perfectamente que seguían existiendo áreas del UT (Universo Total) que aún les eran desconocidas. Muchas teorías se habían pergeñado acerca de qué podían encontrar allí, pero todavía no disponían de ninguna certeza. Precisamente para eso, dentro del Estado Mayor de la Federación, existían organismos de exploración de todo aquello que no fuese conocido. Además, en los últimos tiempos, algunas flotas situadas en el Nivel Cósmico (NC) 17, habían detectado señales de lugares que parecían ser totalmente extraños a cuanto ellos conocían. 
Quien se puso al frente del proyecto fue el Supremo Trygvason, especialista en estructuras de diferentes NC. Durante mucho tiempo se debatió que podía ser aquello y cómo llegar. El sabio Alowyn propuso, entonces, no llegar a ese sitio utilizando el viaje espacial como comúnmente se hacía sino el pentadimensional. Para esto, cualquier objeto que fuera trasladado hasta allí no atravesaría abismos de distancias sino un “mar” deferente que incluía las tres dimensiones espaciales y dos pertenecientes al tiempo. En cierto modo no habría viaje alguno, ya que los exploradores directamente aparecerían en ese sitio y a ellos sólo les quedaría una impresión difusa de haber pasado por alguna parte. 
A la hora de decidir por algún candidato, Trygvason no dudó y escogió al gran almirante Zarsek para esta difícil misión. Como ya se ha visto, Zarsek había sido uno de los grandes exploradores en varios NC, descubriendo cosas tan extrañas, que en algunos casos aún estaban siendo estudiadas. Para simplificar, el proyecto fue llamado simplemente Misión 18 y fue el mismo Trygvason quien escogió a otros de los que acompañarían a Zarsek. 
Todo sucedió, efectivamente, como se pensaba. Con Zarsek también iban Athonius Garmon el sabio de Triángulo, Malaika la representante de los kereminos, el historiador Santos Miller, Artemisa Palontas la mujer de Boyero y Marne Kirgesen el antropólogo con vasta experiencia en culturas intergalácticas. Parecían el grupo ideal para llevar adelante esta tarea y sin embargo... 
Tal como dijese Alowyn, sólo se invirtieron unos segundos en pasar del NC 3 al 18; fue algo así como una deportación casi instantánea. Para cuando los exploradores estaban del otro lado, apenas sí tenían una sensación de haber atravesado algo en el medio. 
Sin embargo, lo que vieron al principio ninguno de ellos esperaba verlo. Arriba, había un cielo estrellado intensamente oscuro surcado por algunas nubes. La superficie pertenecía a un mundo de la clase 1, sin duda: firme y extendiéndose hasta perderse de vista. Delante de ellos, en cambio, había una escena difícil de explicar. Unas extrañas estructuras metálicas surcaban algo parecido a un lago haciendo oír raros sonidos y ellos mismos estaban parados en algo que parecía ser un puente. Era completamente de noche y, en general, estaba todo bastante oscuro.

—Bien, mis amigos —dijo el almirante—. Les presento lo que el Nivel 18 tiene para nosotros. Adelante.

Todos ellos caminaron mirando en todas direcciones. A lo lejos, se veían personas, seres humanos de carne y hueso, charlando o realizando diferentes actividades. Con cuidado fueron descendiendo del puente observando todo, hasta con incredulidad.

—Pero, ¿dónde estamos? —murmuró Garmon.
—No sé pero se parece a un mundo de características terrestres, como el lugar de donde vienen nuestros antepasados —contestó Kirgesen.
—Eso no es posible —replicó el almirante—. Cada NC es completamente distinto del anterior. Si se tratara de un cosmos como el nuestro, lo habríamos detectado mucho antes.

Cuando se acercaron al grupo de personas más próximo, Malaika movió los brazos para que los pudiesen ver. Sin embargo, nadie pareció advertirlo. Aunque Zarsek trató de contenerla, ella se acercó aún más y repitió el gesto gritando:

—¡Eh, ustedes! ¡Mírennos! ¡Queremos saludarlos!

Pero todo fue inútil. La gente, cuatro hombres que conversaban tranquilamente, en ningún momento dieron señales de reconocerlos, verlos o escucharlos.
El grupo caminó unos pasos hasta abandonar el puente, acercándose aún más a las personas que había por allí. Una y otra vez los exploradores revisaron sus instrumentos para comprender mejor qué era lo que pasaba. Luego de algunos minutos en silencio, Artemisa dijo lo que todos ya estaban pensando:

—Almirante, esta gente no nos puede ver. Nosotros estamos en una frecuencia que no es visible para ellos.

Tras meditarlo un poco, Zarsek se acercó a un hombre con aspecto de marinero que no daba señales, en lo más mínimo, de notar su presencia. Con gran cautela, estiró un brazo y, literalmente, traspasó el cuerpo del hombre. Un nuevo intento demostró bien a las claras que toda comunicación sería inútil. La gente de aquel lugar no podía percibir, en modo alguno, nada que ellos hicieran. Eran algo así como espectadores asistiendo a una película, en donde era imposible interactuar con ella.
El grupo se alejó ligeramente de aquel lugar para entender mejor dónde se encontraban. A simple vista todo indicaba que se trataba de algo así como una ciudad portuaria, en donde sus habitantes desarrollaban sus actividades cotidianas. Todo se veía primitivo. Si bien existían maquinarias, la mayor parte de la actividad era manual. Una caminata algo más amplia les permitió ver un pequeño barco amarrado al puerto, del cual todavía, a esa hora de la noche, se estaban bajando bultos a mano. Luego estos eran transportados en ciertos carros, hasta un gran depósito que había por allí. Zarsek y los demás les oían hablar nítidamente pero, en un principio, ni siquiera sus instrumentos de traducción eran suficientes para entender a qué se referían.
La exploración continuó por largo rato. Así lograron salir del área portuaria y alcanzar a distinguir algo de lo que era la ciudad que le rodeaba. Aquella era una urbe primitiva como pocas veces habían visto. Las casas eran mayormente de una planta o dos, estaban construidas con materiales duros y no conocían la luz eléctrica sino que se iluminaban con faroles a gas o aún velas, según pudieron divisar a través de una ventana. Pequeños animales iban y venían por la calle sin que a nadie le preocupara y, a muchos de ellos, se los oía aullar. Había una especie en particular, que sí se diría, que podía verlos o intuir su presencia ya que, apenas ellos se acercaban, estos seres aullaban y corrían como asustados. Un poco más allá vieron un salón más grande adonde iba mucha gente y del cual brotaba cierta clase de música desconocida. Una observación más atenta permitió ver que a ese lugar, las personas acudían con gran gozo en sus rostros. Hombres y mujeres de mediana edad iban allí, aparentemente, para divertirse. El almirante y los demás se acercaron con cuidado como si realmente alguien pudiera verlos.
Adentro, el salón estaba ligeramente iluminado pero lo suficiente para ver qué gran cantidad de parejas se desplazaban de un lado para otro con cierta armonía y al compás de la música que brotaba, al parecer, de un grupo de hombres que había a un costado. Estos eran unos diez y cada uno tenía en sus manos diferentes artefactos de los que brotaban raros sonidos. Con gesto de frustración, Zarsek se volvió hacia los demás y murmuró:

—Quisiera que alguien me diga qué es todo esto. No puedo entenderlo.
—Almirante —dijo Miller— si no fuera porque estamos en el NC 18, le diría que estamos en la Tierra o con gente de origen terrestre. Aquí hay escenas que se parecen mucho a lo que existió alguna vez allá.
—Pero eso es imposible —replicó Garmon—. En tal caso no estaríamos realmente en el NC 18, ¿verdad? No podemos explicar un misterio con otro misterio. Así que la respuesta debe ser otra.
—Un momento —terció Malaika— ¿Existe, acaso, alguna ley escrita que diga que algo así es imposible? ¿No pueden los Universos repetirse en otros Niveles?
—Que sepamos, no. —Respondió Kirgesen—. Pero si así fuera, no alcanzo a entender el mecanismo que permitiría semejante cosa.

La conversación continuó y luego de unos cuantos minutos los exploradores se alejaron de aquel lugar. La noche era preciosa, cálida y despejada y apenas una breve brisa traía, con más facilidad, los sonidos provenientes de otros lugares. 
Es entonces cuando, al pasar cerca de un local, Miller advierte un cartel que le llama la atención. Allí hay algo escrito que los instrumentos logran descifrar. Todos lo miran con ansiedad.

—Buenos Aires. Buenos Aires. —Repite el historiador—. Este lugar se llama Buenos Aires. Mis queridos amigos, este mundo no parece ser otro que la Tierra.

Los demás ahora lo miran con incredulidad.

—Eso no es posible —insiste Garmon—. Sabemos, sin lugar a dudas, que hemos viajado al NC 18. La Tierra pertenece al NC 3 y desapareció hace 4.000 M.A. ¿Qué clase de milagro puede haberla reconstruido aquí, a 180.000 años-luz del NC 17?

La discusión continúa hasta que, de repente, a un costado de ellos, se hizo como una luz y alcanzan a distinguir una figura humana. Al aclararse la imagen Zarsek prorrumpe en una exclamación:

—¡Supremo Varonn! —Y se postra ante él.
-—Por favor, almirante, levántese. Soy un hombre como usted.

Sin embargo, los exploradores ven a Varonn como si estuviera envuelto en una luz propia. De inmediato, el Pantocrator toma la palabra:

—He decidido intervenir, porque ustedes por sí solos jamás entenderían de qué se trata esto. Además, después de todo... este es mi hogar.

Zarsek y los demás apenas pueden creer lo que ven y lo que escuchan.

—Así es —insiste Varonn— Los Pantocratores somos inmortales, sí, pero no eternos. Todos nosotros hemos tenido alguna vez un origen. Algunos de mis compañeros nacieron antes que yo y otros después. Algunos provienen de lejanas regiones del Cosmos. Yo provengo de aquí. Esta ciudad, Buenos Aires, ha sido mi hogar —dice haciendo un gesto en derredor—. Aquí he nacido hace mucho, aquí he vivido en diferentes ocasiones. Luego mis actividades, mis ocupaciones me han llevado lejos, como ustedes saben, pero siempre he vuelto. —Y añadió— Siempre he vuelto a Buenos Aires que es el lugar que más he amado.

Aún abrumado por semejante hallazgo, Zarsek alcanzó a preguntar:

—¿Y este lugar, señor? ¿Qué es? ¿Es realmente la Tierra?
—Mis queridos amigos, en el NC 18 están la mayoría de los Grandes Modelos, los Arquetipos si prefieren llamarlos, de los Niveles inferiores. Muchos se han preguntado alguna vez, por qué la Vía Láctea era así y no de otro modo; por qué el Sol o por qué la Tierra, por ejemplo. Pues bien, todo eso responde a Grandes Modelos que han sido diseñados por nosotros los Pantocratores. La mayoría de nosotros diseña unos pocos GM a lo largo de su existencia. Pues bien; el único GM al cual yo me he dedicado en el área cultural es a la Tierra y, especialmente, Buenos Aires.

Levantando sus ojos al cielo estrellado, Zarsek murmura:

—¿Debo entender, entonces, que todo lo que se ve a lo lejos, en el cielo, son Grandes Modelos?
—No es así. Lo que ustedes ven es lo que siempre se vio desde la Tierra. El NC 18 en cambio, posee mucho más de lo que nadie vio jamás. Muy lejos, más allá de las estrellas, existen los GM galácticos que son los que realmente han diseñado todo lo que hay en los Niveles más bajos. El NC 18 es algo así como un «Universo de Universos».
—¿Y en los Niveles superiores, señor? —interrogó Garmon.
—Pues se trata de mega-estructuras tan extrañas que aún nosotros conocemos muy poco de ellas. —Respondió Varonn—. Pero no hay duda que, de algún modo, también estamos incluidos.

En esos momentos la brisa pareció traer más fuerte el sonido que venía del salón. Con un gesto especial, Varonn se volvió hacia ese lado diciéndoles:

—Ustedes aparecieron cerca del puente que limita la ciudad con el suburbio. Se trata de un pequeño puerto que subsiste en un lugar llamado La Boca. Es un barrio de arrabal donde existe algo que se conoció como compadritos. Las calles aún son de tierra y pululan los perros por doquier. Y en ese salón —señaló— lo que se hace es bailar tango, que es la música característica de Buenos Aires.
—¿Y por qué ellos no nos ven? —preguntó Zarsek.
—Si así fuera es porque estarían viviendo CON ellos en lugar de provenir del NC 17. Es lo mismo que pasa ahora conmigo también. Ahora los veo como un espectador sin que ellos me distingan a mí. Pero hubo una vez en que sí estuve con ellos, aquí y en otros lugares cercanos. En mi GM no está incluida únicamente la ciudad sino también mucho de lo que la rodea.
—¿Y qué es lo que podemos hacer aquí? —preguntó Malaika.
—Bien, por hoy son mis huéspedes —respondió Varonn—. Les mostraré algo más pero luego deben seguir explorando tal como yo sigo supervisando todo lo que es la Federación. Nuestra presencia en el Cosmos debe seguir extendiéndose. Tomen esto como un alto en el camino.

Interesado por la idea, el almirante replicó de buen humor:

—Pues acepto. Creo que, después de todo, Buenos Aires bien vale hacer un alto en nuestra misión.

Y diciendo esto, el grupo se perdió en las sombras de la noche sin fin.

Niebla en el riachuelo es un relato de ciencia ficción del autor argentino Daniel Verón, considerado precursor de la Nueva Ciencia Ficción Cosmológica.