A muchos el simple hecho de pronunciar tu nombre les asusta, los intimida, y el vivir con un Trastorno de la Conducta Alimentaria les resulta incluso hasta macabro, pero a mí me resultaste tan fácil de sobrellevar que ya no me das miedo, ya no me asusta el confrontarte, viviste dentro de mí por siete años y hoy por fin escribo mi carta de despedida.
![]() |
Querida Anorexia..., de la escritora Majo. |
Antes de empezar, quiero decirte un par de cosas. La primera: ya fue suficiente, ya me hiciste mucho daño y también me alejaste de las personas que más se preocupan por mí. Me alejaste de mi familia y me alejaste de mis amigos. Me acercaste a otros, te lo agradezco, pero algo que jamás te voy a perdonar es por haberme alejado de mí misma.
La segunda cosa por la cual te escribo, es para decirte y pedirte de la manera más atenta que te alejes de mí. Te rehusarás a ello (pues vives en cada fibra de mi cuerpo y en cada conexión neuronal de mi cerebro) ya que en los últimos ocho meses te convertiste en mi única y fiel compañera. El tiempo que estuviste conmigo todo parecía estar bajo control, parecía estar correcto y día con día me quitabas tiempo de mí vida.
El vivir contigo fue como vivir una relación tóxica, enfermiza y codependiente. Te volviste mi mundo, todo giraba en torno a ti, a tus caprichos y mandatos. En ese tiempo me hiciste sentir paz, pero realmente me estabas matando. Me manipulaste a un grado en el que me hiciste perder el control. Honestamente, la idea de soltarte me resulta difícil porque una parte de mí te quiere conmigo, mientras que otra necesita que te alejes y me dejes vivir, pero esta vez bajo mis propios caprichos y mandatos. Es momento de que nos dejemos ir, es justo tanto para ti como para mí, ¿no crees?
A veces, me cuestiono mucho la razón por la cual me resulta tan complicado el soltarte. Tu forma de mantenerme “viva” es y fue sólo un reflejo del cómo me hiciste vivir.
La manera en la que me “alimentabas” me resultaba bastante segura, porque en el fondo sabías que me daba miedo tomar ciertos riesgos, me daba miedo equivocarme, me hiciste creer que todo debía ser perfecto, incluyéndome. Eso lo tradujiste a un “me da miedo engordar”, aprovechaste mis debilidades para esconderme bajo tus costillas y claro, nunca estuviste sola, al menos no conscientemente, porque mucha gente te apoyó sin darse cuenta pues al final del día, ¿cómo no me iba a enamorar de mi trastorno alimenticio si todo el mundo me decía que me veía mejor sin esos kilos “extras”?
Disfrazas la comida como la metáfora de la vida, la cual te ayudó a permitirme no sentir ningún tipo de emoción, porque tú y yo sabemos que el idioma de los sentimientos es muy difícil de explicar, es difícil de comprender, sobre todo es muy difícil de aprender a expresar.
Y por cada alimento que me restringiste, me ayudabas a evadir todo aquello que me podía provocar sufrimiento, decepción, tristeza. Me hiciste vivir a medias, utilizaste tu mágico poder de soportar hambre por días, por semanas como una máscara que no me dejaba ver mis propias debilidades, mis miedos, mis demonios…
Hoy me doy cuenta de que sólo vives en mi mente, que tu objetivo principal siempre fue sumergirte en mi alma hasta corromperla; es triste pensar que casi lo logras. Comprendo que eres una enfermedad mental muy difícil de superar, más no imposible.
Yo no te elegí y lo sabes perfectamente. Te esforzaste tanto por llegar a mí que haces verte ante la sociedad y ante los ojos de los demás como un capricho, una superficial vanidad y hedonismo. En realidad, lo único que atraes es sufrimiento, soledad, depresión, y desesperanza, no sólo para mí sino también para los que me rodean. Eres tan silenciosa que resultas ser el peor de los suicidios.
Pocas veces me hiciste sentir tan viva cuando me hacías caminar junto a la muerte. Pocas veces me hiciste sentir tan cansada a un nivel en el que mi cuerpo ya no tenía energía. Pocas cosas en tu nombre pidieron matarme aun estando un tanto alejadas de mí, y aunque me hiciste creer que yo tenía el control, en realidad me hacías caminar al precipicio y cuando por fin me hiciste caer a lo más bajo del infierno dejabas que pocas cosas me hicieran sonreír. Eres tan extraña que me hiciste compartir tu alegría y satisfacción por pesar cada día un kilo menos.
Tengo muy claro que nuestra separación resultará muy caótica y fortuita, porque sé que no te irás, que tu fantasma permanecerá en mí como un escalofrío que me recorrerá la espina anunciándome que no morirás, que sólo te esconderás en lo más profundo de mi ser, pero no me preocupa, porque tu frío me dará la fuerza que necesito para luchar constantemente contra ti, yo no quise tenerte, pero sí quiero la posibilidad de tener mi propia vida, una vida llena de libertades y de amor propio.
Ya no me aterra el decirlo en voz alta y mucho menos admitirlo. Acepto que tengo anorexia y eso no me hace ser mejor ni peor persona. Acepto que estás sumergida en mi piel, acepto también que me hiciste tocar fondo. Ahora me haces pensar en una vida sin ti y por más oculta que estés en mi cabeza, por más que te escondas, más fuerte resaltarán los motivos por los cuales quiero ver un nuevo amanecer. Gracias por hacerme más fuerte de lo que creí que podía llegar a ser, gracias por darme un futuro, una razón para poder alejarme de ti y un motivo para vivir.
Te voy a extrañar, por favor eso no lo dudes. Voy a extrañar aquella satisfacción que me hacías sentir al tener hambre, pero también ten en mente que te echaré mucho de menos. Esta será la última vez que nos veamos frente a frente, hoy te dejo atrás, hoy por fin tomo la decisión de soltarte, y tú por favor, déjame volar.
La segunda cosa por la cual te escribo, es para decirte y pedirte de la manera más atenta que te alejes de mí. Te rehusarás a ello (pues vives en cada fibra de mi cuerpo y en cada conexión neuronal de mi cerebro) ya que en los últimos ocho meses te convertiste en mi única y fiel compañera. El tiempo que estuviste conmigo todo parecía estar bajo control, parecía estar correcto y día con día me quitabas tiempo de mí vida.
El vivir contigo fue como vivir una relación tóxica, enfermiza y codependiente. Te volviste mi mundo, todo giraba en torno a ti, a tus caprichos y mandatos. En ese tiempo me hiciste sentir paz, pero realmente me estabas matando. Me manipulaste a un grado en el que me hiciste perder el control. Honestamente, la idea de soltarte me resulta difícil porque una parte de mí te quiere conmigo, mientras que otra necesita que te alejes y me dejes vivir, pero esta vez bajo mis propios caprichos y mandatos. Es momento de que nos dejemos ir, es justo tanto para ti como para mí, ¿no crees?
A veces, me cuestiono mucho la razón por la cual me resulta tan complicado el soltarte. Tu forma de mantenerme “viva” es y fue sólo un reflejo del cómo me hiciste vivir.
La manera en la que me “alimentabas” me resultaba bastante segura, porque en el fondo sabías que me daba miedo tomar ciertos riesgos, me daba miedo equivocarme, me hiciste creer que todo debía ser perfecto, incluyéndome. Eso lo tradujiste a un “me da miedo engordar”, aprovechaste mis debilidades para esconderme bajo tus costillas y claro, nunca estuviste sola, al menos no conscientemente, porque mucha gente te apoyó sin darse cuenta pues al final del día, ¿cómo no me iba a enamorar de mi trastorno alimenticio si todo el mundo me decía que me veía mejor sin esos kilos “extras”?
Disfrazas la comida como la metáfora de la vida, la cual te ayudó a permitirme no sentir ningún tipo de emoción, porque tú y yo sabemos que el idioma de los sentimientos es muy difícil de explicar, es difícil de comprender, sobre todo es muy difícil de aprender a expresar.
Y por cada alimento que me restringiste, me ayudabas a evadir todo aquello que me podía provocar sufrimiento, decepción, tristeza. Me hiciste vivir a medias, utilizaste tu mágico poder de soportar hambre por días, por semanas como una máscara que no me dejaba ver mis propias debilidades, mis miedos, mis demonios…
Hoy me doy cuenta de que sólo vives en mi mente, que tu objetivo principal siempre fue sumergirte en mi alma hasta corromperla; es triste pensar que casi lo logras. Comprendo que eres una enfermedad mental muy difícil de superar, más no imposible.
Yo no te elegí y lo sabes perfectamente. Te esforzaste tanto por llegar a mí que haces verte ante la sociedad y ante los ojos de los demás como un capricho, una superficial vanidad y hedonismo. En realidad, lo único que atraes es sufrimiento, soledad, depresión, y desesperanza, no sólo para mí sino también para los que me rodean. Eres tan silenciosa que resultas ser el peor de los suicidios.
Pocas veces me hiciste sentir tan viva cuando me hacías caminar junto a la muerte. Pocas veces me hiciste sentir tan cansada a un nivel en el que mi cuerpo ya no tenía energía. Pocas cosas en tu nombre pidieron matarme aun estando un tanto alejadas de mí, y aunque me hiciste creer que yo tenía el control, en realidad me hacías caminar al precipicio y cuando por fin me hiciste caer a lo más bajo del infierno dejabas que pocas cosas me hicieran sonreír. Eres tan extraña que me hiciste compartir tu alegría y satisfacción por pesar cada día un kilo menos.
Tengo muy claro que nuestra separación resultará muy caótica y fortuita, porque sé que no te irás, que tu fantasma permanecerá en mí como un escalofrío que me recorrerá la espina anunciándome que no morirás, que sólo te esconderás en lo más profundo de mi ser, pero no me preocupa, porque tu frío me dará la fuerza que necesito para luchar constantemente contra ti, yo no quise tenerte, pero sí quiero la posibilidad de tener mi propia vida, una vida llena de libertades y de amor propio.
Ya no me aterra el decirlo en voz alta y mucho menos admitirlo. Acepto que tengo anorexia y eso no me hace ser mejor ni peor persona. Acepto que estás sumergida en mi piel, acepto también que me hiciste tocar fondo. Ahora me haces pensar en una vida sin ti y por más oculta que estés en mi cabeza, por más que te escondas, más fuerte resaltarán los motivos por los cuales quiero ver un nuevo amanecer. Gracias por hacerme más fuerte de lo que creí que podía llegar a ser, gracias por darme un futuro, una razón para poder alejarme de ti y un motivo para vivir.
Te voy a extrañar, por favor eso no lo dudes. Voy a extrañar aquella satisfacción que me hacías sentir al tener hambre, pero también ten en mente que te echaré mucho de menos. Esta será la última vez que nos veamos frente a frente, hoy te dejo atrás, hoy por fin tomo la decisión de soltarte, y tú por favor, déjame volar.
Con cariño, la más leal de tus amigas:
Majo.
Querida anorexia... de Majo Soberanes. Publicado
originalmente por Editorial
Perro Muerto en marzo de 2019.